Anime Clásico: Doomed Megalopolis

Doomed Megalopolis, Ciudad condenada, tal y como me enseño mi profesor de Lengua en el instituto (me vio el VHS en la mochila y se animó a enseñarme su significado), es una serie de 4 OVAS, dirigidas por Rintaro en 1991, de aquellas que Manga Video, en los albores de la afición mangamaniaca, saco en nuestro país.

Basada en la famosa serie de novelas  Teito Monogatari de escritas por Hiroshi Aramata, de las cuales adapta los 4 primeros volumenes, trata acerca de la obsesión que tiene Yasunori Kato por destruir la ciudad de Tokyo a toda costa, y de los esfuerzos por detenerle de varios personajes y las consecuencias que tienen sus actos sobre la joven Yukari Tatsumiya.

Siempre guardé muy bien recuerdo de esta saga y de hecho, era una de nuestras posesiones mas preciadas en aquellos tiempos en los que el Anime llegaba con cuentagotas a nuestro país. Si bien tuve los 4 VHS, mi hermano y yo veíamos sin parar los dos primeros, que cierran la historia en cierto modo, y los dos últimos nunca despertaron en mi demasiado interés. Revisados hace unos días, me ha pasado lo mismo, no se si la nostalgia me ha jugado una mala pasada o no.

La primera OVA es uno de mis clásicos de toda la vida. Me encanta el ambiente malsano y la sensación de que siempre hay algo maligno rondando alrededor de los personajes y la ciudad. Ese diseño de Kato, con su traje de militar, facciones alargadas y gorra, es poderoso y evoca precisamente todo lo que es el personaje. A este respecto he de decir que los diseños me encantan, alejándose del Anime mas canónico y adoptando muchas formas y detalles que recuerdan al dibujo clásico japones y a veces al dibujo de cómic mas europeo, e ilustra perfectamente el tono de la historia que adapta.

Lo que podemos llamar primer arco, me ha recordado poderosamente a la historia de Dracula (Bram Stoker), por las similitudes con la historia de un ente maligno que intenta poseer a una chica, y los nobles intentos por salvarla de los que la rodean, con sacerdote mágico incluido a lo Van Helsing. La historia de estas dos primera OVAs finaliza con una victoria de Kato, provocando el gran terremoto de Kanto. De este modo integran la ficción en la misma realidad de aquella tragedia.

En cuanto a las filias y fobias japonesas relacionadas con las historias sobrenaturales están todas. A saber: monstruos con forma de falo que hacen ruidos asquerosos, visiones sobrenaturales, retorcidos rituales y miradas extrañas oscurecidas por posesiones… El desarrollo lleva a una de las protagonistas a pasar no solo por la violación de su propio hermano, si no a la posesión y utilización por parte de Kato de su persona para su propio beneficio. «Tipical Japanese».

Hasta este punto reconozco que, aunque actualmente me han chirriado algunas cosas, me ha seguido gustando casi como el primer dia.

En la segunda y tercera parte, Kato sigue intentando destruir Tokyo. No contento con esto, Yukiko,  la hija de Yukari, fruto de la incestuosa violación, también es utilizada por Kato para sus planes. Aquí asistimos a una repetición de los esquemas de los dos primeros. De ahí la falta de interés que me provocan. De hecho el tercer OVA es realmente flojo, aunque el cuarto, en el que Kato intenta destruir la ciudad atrayendo la Luna a la tierra mediante magia, siempre me ha resultado muy interesante y épico, y la batalla final con la sacerdotisa Keiko, esposa de  Yoichiro , es cojonuda.

Aun a pesar de algunos bajones de interés, merece la pena ver las OVAs. La animación es muy buena aunque denotan a veces fallos garrafales (como el humo de la caída de la torre durante el terremoto) y algunos ahorros de fotogramas que deslucen un poco el resultado final.

Mención aparte he de hacer a la música, de Kazz Toyama, autor de la BSO de clásicos como Cyber City Oedo 808, El Viento de Amnesia, o Goku Midnight Eye que, con una mezcla de sintetizadores y instrumentos reales, consigue una atmósfera increíble y melodías perfectamente reconocibles y adecuadas a cada escena.

Pues eso, un clásico a revisar, aunque solo sea por darle gusto al nostálgico que llevamos dentro.